HISTORIA
En la ciudad de Pomezia, a 18 km. de Roma, Italia, se realizó del 26–30 de Julio 2006 el Primer Congreso Adventista Latinoamericano en Europa. El evento se concretó como iniciativa de la Iglesia Adventista Hispana de Roma, apoyada y patrocinada por la Unión de Iglesias Adventistas de Italia. Se invitó a todas las agrupaciones de habla hispana dispersas en los diversos países de Europa, y pertenecientes a las dos divisiones en que se organiza la Iglesia Adventista Del Séptimo Día en Europa: División Euro-Africana y Trans-Europea.
La expectativa mínima de los organizadores de alcanzar por lo menos un número de 200 delegados fue ampliamente superada con la llegada de 350 asistentes oficiales al congreso y una singular participación de alrededor de 550 visitas a las reuniones del día sábado, que colmaron la capacidad de las instalaciones, y transformaron el evento en un espectáculo espiritual inspirador e inolvidable.
Las iglesias hispanohablantes de nueve países europeos Alemania, Bélgica, España, Francia, Dinamarca, Italia, Holanda, Suecia y Suiza habían enviado sus representantes. Una policroma diversidad cultural de 22 diferentes países latinos se unió bajo un idioma común, salpicado por las variantes nacionales, pero con un solo sentir, expresado en el lema general del congreso: “Semejantes a El“.
Las reuniones se llevaron a cabo en las instalaciones del Hotel Principe, y se necesitó de dos hoteles más, para permitir el alojamiento a todos los congresistas. La organización esmerada de nuestros hermanos romanos, que cubría con gentileza fraternal desde sofisticados detalles del evento, hasta los siempre inesperados extras, causó el reconocimiento y a su vez admiración de quienes veníamos de los mas diversos puntos del continente. Nos hicieron sentir profesionalmente atendidos, cómodos y apreciados. Se respiraba un constante aire de una gran familia cuyos hijos se reúnen para hablar y compartir el gozo de la esperanza del regreso de Jesús.
La Iglesia Adventista Hispana de Roma en pleno se vio integrada en la organización del evento. Bajo la responsabilidad de su pastor David Verastegui y los hermanos Ignazio Barbuscia, Eduardo Nuñez y José Antonio Castillo y el pastor José Luis Nuñez cubría las diferentes áreas necesarias, incluyendo un grupo de hermanas ujieres que acompañaban a los congresistas vestidas, todas ellas, en trajes celestes que los identificaba.
Muy bien logrado, no podría haber sido mejor. A pesar de que el congreso se debía a la iniciativa de una iglesia local, contaban con el apoyo abierto de la Unión Italiana, de su presidente Pastor Daniele Benini y el tesorero Gaetano Pispisa.
El programa se componía de temas espirituales y seminarios. El Ptr. Alejandro Bullón, evangelista de la División Sudamericana con sede en Brasilia, Brasil, enfatizó con su conocida elocuencia la necesidad del constante crecimiento espiritual de los seguidores de Cristo, lo cual solo se logra mediante tres prácticas equivalentes: el diligente estudio de la Palabra de Dios, constancia en la oración y el empeño de llevar un alma a Cristo.
A su vez el Ptr. Juan J. Suárez, Director del Departamento de Publicaciones de la Greater New York Conference, USA, hizo nuevamente conciencia en la audiencia que Jesús es el Buen Pastor de todos aquellos quiénes son sus ovejas y que realmente conocen su voz.
Los seminarios fueron dirigidos por la hna. Dora Bognandi sobre “El ministerio de la Mujer”, el Ptr. Lucio Altín, sobre “La relación padres e hijos” y el Ptr. Ignacio Barbuscia sobre “La integración y perspectivas futuras de la iglesia Latinoamericana en Europa”. Estas varias exposiciones fueron dadas con mucha profesionalidad y seguidos por no menos interés, lo cual se reflejaba en la animada discusión en que culminaba cada seminario.
Lo que nació en la mente y el corazón de hermanos dedicados a la causa del evangelio, tomó forma con decidida oración y con la bendición de Dios, hasta culminar en una evento espiritual de gran dimensión. Así se presenció el Sábado por la tarde un bautismo de 12 personas que decidieron seguir a Jesús y permitió cargar las baterías espirituales de docenas de hermanas y hermanos que habían viajado de lejos y que llevarán este espíritu de Roma a sus iglesias.